El 16 de marzo de 1978 se acabó el show. Renny Ottolina, el Número 1 de la televisión venezolana, inició un vuelo del que no regresaría nunca más. Tenía 49 años cuando subió a la avioneta que lo alejaría del viaje de una vida que acababa de cambiar de rumbo: quería ser presidente de Venezuela. Este es el relato de ese episodio sin final feliz.

«Si se confirma lo de Renny”. Manuscrita con el trazo inconfundible de Adolfo Martínez Alcalá -claro y potente como su voz-, la frase colgaba de un corcho el sinfín de dudas que una advertencia de ese calibre desataba a las 6 de la mañana. Don Adolfo -como se le decía al director de prensa de Radio Capital– no solía acotar de puño y letra nada que no valiera la pena sobre la impecable media cuartilla editorial que leía invariablemente durante años en el noticiero de las siete. Era su manera de poner al tanto de lo que ocurría a los soñolientos caraqueños de fines de los 70 que, sin redes sociales de por medio, tenían a mano la radio para informarse. Y si don Adolfo se había tomado la molestia de escribir aquella frase -“Si se confirma lo de Renny”- sobre la media cuartilla del 17 de marzo de 1978, algo muy raro o muy grave, debía estar pasando con el “Número 1” de la televisión venezolana, me dije.

La mañana en que don Adolfo dejó su anotación en la cartelera de prensa, yo era la encargada de redactar las noticias de la emisora y recuerdo que, faltando minutos para salir al aire, tuve que leerme la previsiva cuartilla del director para  enterarme: la avioneta donde viajaba Renny a Margarita estaba desaparecida y, si se confirmaba, seguramente estrellada en algún lugar cercano a Maiquetía. Y había que informarlo.

Crónica anunciada

La última confirmación que, personalmente, había tenido de alguna noticia sobre el animador había ocurrido tres meses atrás, el 12 de diciembre de 1977, cuando el gobierno ordenó la “suspensión indefinida” del programa Renny en su radio, un matutino de dos horas que el locutor, entonces devenido candidato a la Presidencia, mantuvo hasta que lo cerraron en Radio Capital. Un cierre que, para algunos, estaba anunciado:

“Tres meses antes de la suspensión, me llamaron a una reunión en el despacho del ministro del Interior para pedirme que nosotros suspendiéramos el programa”. Me reveló  en 2012 Oswaldo Yepes, copropietario de Radio Capital para la época de Renny y hoy ya fallecido. Yepes recordaba los tres argumentos convincentes por los que les aseguró a sus interlocutores no poder complacerlos: “primero porque no soy accionista mayoritario, segundo porque el contrato que firmé con Renny es muy claro y, si lo incumplo, puedo quedar en la calle y tercero, porque a los siete anunciantes que me pagaron el año completo de cuñas tampoco puedo dejarlos sin programa”. Creía que los ministros Octavio Lepage, Diego Arria y José Antonio Vivas Casanova –Interior, Información y Turismo y Transporte y Comunicaciones, respectivamente–, entendieron que no lograrían su objetivo de esa manera y no le extrañó que el gobierno se decidiera a hacerlo vía decreto meses más tarde.

La Gaceta Oficial le atribuía al espacio radial presuntas ofensas al Consejo Supremo Electoral –antiguo CNE–, pero Yepes sonreía con eso: “Renny no insultaba nunca, solo decía lo que todavía hoy cualquiera dice: que el registro electoral no estaba actualizado, que la Ley del Sufragio tenía vacíos o estaba mal redactada… Renny decía lo que todos los venezolanos pensábamos, pero aspiraba a la candidatura presidencial y eso molestaba mucho entonces”.

Al Número 1, lógicamente, la suspensión del programa lo sacó de sus casillas y hasta tanteó la posibilidad de que la emisora hiciera caso omiso del asunto. Pero la Navidad y la visita a una hija hospitalizada en el exterior aplacaron sus ánimos y no fue sino hasta el regreso cuando, sin pensárselo mucho y para sorpresa de los mismos directivos de la emisora censurada, le ofreció su programa a Radio Aeropuerto. Por eso, la mañana de aquel fatídico 16 de marzo de 1978, su voz en vivo salió por última vez al aire en esa estación y bajo el nombre de Venezuela despierta. Durante una entrevista radial en enero de 1978, Renny había confesado, travieso y retador, que se inventaría un nombre nuevo cada vez que le prohibieran un programa. Para eso, dejaba ver, le sobraba imaginación.

“¿Tú crees que gano?”

Renny era un torbellino que un día apareció en Capital, rodeado de un equipo de profesionales poco usual para las emisoras radiales de entonces. Daniel Crespo Varona (el legendario narrador de béisbol de origen cubano), Luis Duque, Orlando Daza y Matilde Giscafré, serían a partir de ese momento ­–mayo de 1977– figuras inseparables de este genio de la televisión que, por circunstancias del negocio, se vio forzado a ceder el embrujo de su talento a la modestia de las ondas hertzianas emitidas desde un estudio poco ostentoso en el Centro Comercial Los Ruices, al este de Caracas.

«Cuando se fue de la TV nos quedó un vacío tremendo, solo tenía el programa de Radio Capital”, le confesó a José Roberto Duque de El Nacional, en 1998, Gonzalo Fernández de Córdova, quien fuera el productor ejecutivo del animador, “lo único que le proporcionaba alguna actividad eran las campañas que hizo: las de tránsito, la del Ince, la de los Derechos del Mar. Pero su vida se convirtió en un gran vacío; hubo un tiempo en que solo se dedicaba a jugar ajedrez. Estoy seguro de que comenzó a ejercer la política para entretenerse, para darle forma organizada a la opinión que tenía sobre su país, no como político sino como venezolano».

Pero si fue así, si ejerció la política para entretenerse, lo hacía con las mismas ganas con las que condujo los mejores espacios de entretenimiento que se han producido en la televisión venezolana, y, aparentemente, con los mismos resultados: para julio de 1977, la encuestadora Gallup aseguraba que las preferencias electorales se compartían por igual entre Luis Herrera Campins y Luis Piñerúa Ordaz, con 16%, seguidos por Renny Ottolina, con 13%. Este último, por cierto, sin haber registrado todavía un partido político. En enero del 78, el animador aseguraba tener ya las planillas de respaldo de 85.000 electores y pensaba que a mediados de año inscribiría su candidatura con 200.000 votantes.

–¿Tú crees que gano? –me espetó una mañana en el departamento de prensa de la radio.

–No ­–le respondí, convencida de que el showman sobreestimaba sus posibilidades políticas.

–Ya verás –me retó.

Y salió de la oficina.

El ídolo

“Renny fue el vendedor más grande que he conocido en mi vida a nivel mundial. Su poder de convicción sobre la audiencia era poderosísimo”, aseguraba sin ambages Oswaldo Yepes cuando lo entrevisté en 2012 y se apresuraba a dar un ejemplo: “Él estaba en Cvtv –antes de ser del Estado, el nombre del canal 8 era Cadena Venezolana de Televisión– y yo tenía Radio Capital y le propuse hacer por intercambio una cuñita promocional para la emisora. Todo lo que Renny tenía que hacer era decir: ‘Y yo también’. Sonaba el que era nuestro jingle ‘Oigo Radio Capital’ y remataba él diciendo: ‘Y yo también’. No sabes cómo esa pequeña frase de Renny disparó nuestras cifras de audiencia”. A Yepes todavía lo conmovía la anécdota porque en verdad, aquella que entonces fuera su emisora, estaba en el mejor momento de su historia.

Ese “poderosísimo poder” de convicción sobre la audiencia, Renny Ottolina se lo había labrado a punta de talento desde el mismo momento en que obtuvo su primer trabajo como locutor en Radio Caracas (1946), lo que le permitió contabilizar a su retiro de la pantalla –en 1972, Rctv le negó la continuidad en su canal– un sinfín de logros históricos para la televisión venezolana: condujo el primer magazine matutino –Lo de hoy–, El Show de Renny al mediodía y Renny presenta, los domingos. Trajo a figuras de la talla de Stevie Wonder, Tom Jones, Miriam Makeba, Charles Aznavour, Mercedes Sosa y Raphael. Lanzó a la fama a Cherry Navarro, Mirla Castellanos, José Luis Rodríguez y Henry Stephen. Transmitió los primeros programas venezolanos grabados en el exterior y, en el Salto Ángel, hizo el primer programa a color en Venezuela mucho antes de que la TV a color iniciara transmisiones. Su show dominical fue también el primer programa venezolano que se transmitió en el exterior pues las cintas pregrabadas viajaban cada viernes para Costa Rica, Brasil y Uruguay donde salían al aire al mismo tiempo que en los hogares venezolanos.

Pero cuando Renny se paró por primera vez frente a mí en la emisora de radio, con sus lentes de pasta gruesos y su gran frente despejada, yo solo pude recordar los provocativos sorbos del toddy que siendo niña le veía ingerir día tras día en pantalla: los preparaba en cámara lanzando desde lejos cubos de hielo dentro de una licuadora brillante. Renny fue el vendedor más grande que cualquiera haya conocido hasta ahora.

La confirmación

Lo que siguió esa mañana en que descubrí la nota de don Adolfo colgando de la cartelera de prensa fue el caos. “Lo de Renny” no se confirmaba y había que improvisar informaciones de un comando de rescate que antes de las 7:00 am no sabía nada. La avioneta era piloteada por Carlos Olavarría y, junto al animador, viajaban rumbo a Margarita su jefe de campaña electoral, Ciro Medina, el productor Luis Duque y el abogado César Oropeza. Pocos datos para tan grande noticia. Lanchas y helicópteros, eso sí, calentaban los motores que se oían al fondo de la línea telefónica habilitada para la emergencia.

De manera inexplicable, a las 10:00 de la mañana la emisora se había convertido en el punto de referencia de gente de a pie que quería saber lo que deparaba el destino incierto de Renny. Poco a poco y, sin ponerse de acuerdo, decenas de personas fueron llegando a la radio, primero con la excusa de preguntar y luego, decididas a esperar, igual que yo, las noticias del rescate. Cuatro días duró la zozobra, 96 horas ininterrumpidas de Renny en otro primer plano. Un show sin libreto donde el Número 1 era el gran ausente.

*Esta nota la publiqué por primera vez el 18 de marzo de 2012 en el Suplemento díaD del diario 2001, en Caracas. Su título fue cambiado y actualicé algunas circunstancias.