Antes de que Silicon Valley Bank demostrara que asociarse a la reputación tecnológica de un nombre no es un cheque en blanco en Wall Street. Antes de que la escultural Sharon Stone se parara en un podio a lamentarse, con lágrimas en los ojos, de haber perdido la mitad de sus 50 millones de dólares en la debacle de aquel banco. Antes, digo, me había propuesto escribir sobre una joven sui géneris que, incombustible a los avatares financieros y tecnológicos de su barrio, escribe poemas en los farmers markets de Mountain View. Esta es su historia.

Me hubiera gustado descubrirla de noche, en una tasca madrileña, rayando con el lápiz sobre una servilleta los versos que le inspiraban las palabras de la gente. Entonces yo, que había visto en los bares solo improvisaciones de saxo, taconeos de flamenco, karaokes y stand ups, quizás me hubiera aventurado a decirle a aquella chica una palabra de las mías, de esas que se te ocurren entre copa y copa y que crees merecedora de un verso. Y ella lo hubiera escrito. Porque Fabiana hizo esto durante muchas noches, mientras vivió en la capital española. Y ahora que no hay tascas que le atraigan en California, compró por Amazon una máquina de escribir portátil con la que se instala a escribir versos en los farmers markets de Mountain View, donde vive, sin importarle que solo a dos pasos de su mundo analógico esté la sede de Google.

Pero conocí a Fabiana por su padre. “¿Podrás hablar con mi hija?”, me había dicho. A él le parecía que ambas teníamos mucho más en común que 30 años de diferencia y, en lo personal, dijo, le gustaría que alguien ganada para la escritura, como su hija, hablara con alguien ganada para lo mismo, como yo. Ambas nos nutriríamos, pensaba él. Y de seguro, aunque esto no lo dijo, creería que se nutriría más su hija que yo. No era verdad. Después de dos años de relación el balance no le ha dado la razón. En todo caso, fue así como de aquella corazonada paterna y de una cierta curiosidad amistosa de mi parte, surgió la primera cita con Fabiana. Por Zoom y con ocho horas de diferencia.

Ya Fabiana se había instalado en la Costa Oeste de Estados Unidos y eran tiempos de pandemia, así que muy a la moda las dos, teníamos a Zoom como la herramienta tecnológica que acortaba

Noche

Dedicatoria a la Noche

 

Caminamos bajo la Noche.

Yo.

Y mi reflejo.

“Oda a la alcachofa,” escribe Neruda.

Yo.

Querida Noche.

Te escribo a ti.

A las calles oscuras y lluviosas de París.

Con sus mujeres bailando.

Vino tinto, tomando.

También a ti.

Noche de Praga.

Con su castillo encantado.

La neblina corría por mis venas.

Mientras la calmo con un Svarak.

Yo.

Y mi reflejo…

*Suspiro*

…Y también tú, querida Noche.

Antiguo

distancias y permitía reuniones programadas con cualquiera en cualquier parte del mundo, siempre que estuviera en este planeta. “¿El sábado a las 8 de la noche, Fabiana?”. “¡Perfecto! A mis 12 del día, Toña”. Y quedamos agendadas con la luna española y el sol de California en nuestros horizontes.

 El padre de la poeta

Fabiana –“Fabi” le dicen en casa– es la hija menor de una pareja de baby boomers que emigró de Venezuela con sus tres hijos a principios de la década de los 90. Los llevaba en volandas tras las fronteras la carrera meteórica del padre que, para entonces, se desempeñaba como ejecutivo de empresas transnacionales donde le confiaban los más altos rangos de sus puestos directivos. Para Fabi y sus hermanos -Adriana y Juan- comenzaba de ese modo una vida llena de cambios y mudanzas tempranas que, si bien les demandarían habilidades de adaptación y sociabilidad a toda prueba, en el caso de Fabi, muy probablemente hayan contribuido a forjar esa particular sensibilidad con la que mira el mundo desde una suerte de faro literario que ella enciende para alumbrar en todas las direcciones.

Porque mientras se sumergía en sus performances poéticos de tascas y mercados, desde que salió de Caracas con apenas siete años, Fabiana vivía, indistintamente, en Boston, Barcelona, New Jersey, Miami, Madrid, Dallas, Saint Louis, Melbourne, Auckland y San Diego, hasta llegar a Mountain View. Y en el camino estudió Comunicación, hizo un Máster en Counseling, se certificó en Mindfulness, registró una marca como preparadora de mascotas y se casó con un profesor de inglés en Bali. Todo con solo 36 años y sin dejar de escribir poesía.

Treinta

Treinta de vida.

Treinta más otros 1.500

De vidas ancestrales.

Vida.

Más vidas.

Formando la perfecta ecuación química

Que determinan el ser acuerpado del hoy.

Cuántos recorridos mundos

Y espacios indeterminados.

Cuerpo:

Este que late en las venas.

Este que se llena de pulmones oxigenados.

Zoom en pantalla

Tal como agendamos, aquel sábado de pandemia Fabi se conectó puntual a las 8 de la noche, hora de España. Después de las presentaciones y sonrisas desde la pantalla, ella hablaba tímidamente sobre sus escarceos con la poesía. “Estoy preparando un libro –dijo–, pero tengo tantos poemas que me ha costado seleccionar”. Entendí que se trataba de un compendio de su vida literaria. Algo así como la antología de una joven poeta. Inédita todavía. “¿Y tú qué escribes, Toña?”, me preguntó. “No poesía Fabiana”, le dije antes de excusarme con lo de siempre: “Escribo todo el tiempo, pero es mi trabajo. Ensayos, discursos, spots publicitarios, guiones. Así que por ahora mi obra literaria cabe en un blog”.

Pero también le dije que sí era buena en apreciación y edición literaria y que, si quería, me dejara ver algo de lo suyo. “¿Quién quita que hasta pueda ayudarte con la selección?”, le dije. En verdad, Fabiana es una chica dispuesta a aprender. Como lo prueba el hecho de que, al margen de su pasión poética –o quizás gracias a ella–, ha recorrido a fondo el universo del Mindfulness, formándose profesionalmente entre Bali y Massachusetts hasta formular una nada desdeñable oferta de servicios enfocados en el Mindfulness como técnica para vivir saludablemente feliz.  Su página web, www.themindfullotus.org, deja en evidencia no solo ese compromiso con el aprendizaje, sino también la creatividad con la que ha llegado a registrar, incluso, una marca de entrenamiento para perros, Puppy seeds, que combina la atención plena del Mindfulness con las mascotas para crear una felicidad genuina.

Fabi llegó a nuestras vidas justo cuando lo necesitábamos. Cuando conocimos a Fabi por primera vez, la energía que irradiaba, la paz que nos brindaba y el que nuestro perro Tucker, INMEDIATAMENTE la haya acogido, fueron más que las señales que necesitábamos. A lo largo de los años, Fabi se convirtió cada vez más en una parte de nuestras vidas. Cuando tuvo que mudarse de San Diego, nunca pudimos encontrar a nadie con la misma energía, amor, cuidado y dedicación. No podríamos recomendar a nadie más que a Fabi. Ella tocará la vida de cualquiera con amor y amistad«

Casio y Andy

Testimonio tomado de su página web

(Traducción libre)

Toña, dame una palabra”, me dijo antes de finalizar nuestro primer contacto Zoom de aquel sábado. A los dos días mi palabra se volvió poema.

Zoom sobre Fabiana

–¿Cómo fue tu primera vez con la poesía?

–Empecé a los 14 años como forma de terapia. En la universidad descubrí que era una de mis pasiones. 

–¿Por qué versos en vez de frases?

–Me identifico más con versos. Las frases son más fáciles pero los versos son más auténticos para mí, con mi forma de ser.

–¿Te gustaba ser poeta cuando niña?

–Me gustaba, pero me sentía muy insegura con mis poesías. Por lo tanto, no las compartía con nadie, excepto con mi padre.

–¿Qué poetas te gustan?

–Nicanor Parra, José Martí, Rubén Darío, Vicente Huidobro, Lope de Vega.

–De todos los países en los que has vivido, ¿cuál te hizo sentir más poeta y por qué?

–España, donde tuve mi educación universitaria, me inscribí en varios cursos de Poesía Latinoamericana y Española. Con los estudios encontré mi voz como poeta.

–Cuéntame cómo eran aquellas performances de poesía de improvisación en bares madrileños.

–Todos los jueves me iba a varios bares en Madrid, donde me sentaba y escribía acerca de las personas que estaban en ese mismo bar. Después de escribir se las mostraba y al ver la cara de ellos, me sentí viva y llena de amor hacia la poesía. Estos bares incluyen música en vivo y con mis bailes y escritos sentía que eran terapéuticos. Algo que seguí haciendo por unos años más mientras vivía en la capital de España. Entonces escribía más frases y pocos versos. Pero luego incorporé versos al descubrir mi “signature” como poeta de palabras.

Un día, estaba en uno de estos bares, y un chico me preguntó cuál era mi profesión. No quería decirle que iba a la universidad y le dije que era escritora (como profesión) y me dijo que le escribiera algo. Al ir a comprar una cerveza, agarré una servilleta y un lápiz, sin saber lo que iba a escribir. Cuando el chico me dijo que escribiera, entonces le pregunté por una palabra. Desde entonces escribo palabras que me brindan las personas a mi alrededor.

–¿Has hecho esto en otros países? ¿En otros idiomas?

–Desde que tengo 19 años no he parado de escribir palabras que me regalan. De todos los lugares que he vivido, he traído conmigo mi arte. Escribo en español y en inglés. Ambas lenguas me llenan de formas diferentes, pero con el mismo propósito.

–¿En qué lengua se te da mejor hacer un poema? ¿Con cuál te sientes más cómoda?

–Al comienzo sólo podía escribir en español (mi lengua materna) pero a medida que fueron pasando los años, y mientras más aprendía vocabulario en inglés, empecé a utilizarlos ambos. Ahora me siento cómoda con los dos idiomas. Cuando escribo, no pienso mucho, siento más. Por lo tanto, hoy en día se me dan bien los poemas en ambas lenguas.

–Te especializaste como Coach de Mindfulness…

–Correcto. Mi otra pasión y forma de vida.

–¿En qué se parecen la poesía y el Mindfulness?

–Ambos conllevan el estar en el momento presente y tener un pensamiento de primeriza. Como mi poesía es de palabras que me regalan, tengo que estar presente en lo que siento aquí y ahora, igual que el Mindfulness.

–¿Por qué las mascotas?

–He cuidado y entrenado a perros y esto me ayuda a despejarme para entonces poder escribir con más libertad. Se puede decir que ellos me traen esa libertad necesaria para escribir versos.

–Tus hermanos son tecnológicos, ¿cómo ven tu vena poética?

–(Risas) ¡Esta es una buena pregunta! No entienden mucho mi tipo de poesía. Piden que se las traduzca a una forma menos surreal y más lógica.

–¿Cómo la ven tus padres? ¿La compartes bien con tu esposo?

–Mis padres no las entienden tampoco, pero ven su valor. Mi esposo solo puede leerlas en inglés, ya que él no sabe español. Pero, es el que me empuja a escribir. Sabe lo feliz que me hace y ve potencial.

–¿Qué hace una poeta viviendo en Silicon Valley?

–¡Otra buena pregunta! En principio, después de regresarnos de Madrid, donde estábamos cuando surgió la COVID, California era el sitio adecuado. En Silicon Valley hay mucha necesidad de Mindfulness y pensamos que mi profesión como terapeuta sería bien valorada. Ahora estoy sacando a la luz de nuevo mi compañía, The Mindful Lotus, pero siempre con mi poesía al lado.

–¿Cómo se te da la tecnología? ¿Te gusta lo tech o prefieres el contacto presencial?

–Definitivamente prefiero el contacto presencial. Aunque entiendo la necesidad y el avance de la tecnología.

–¿Cómo son esos happenings con typewriter en los farmers markets de Mountain View?

–Me siento en una pequeña sillita de campamento con mi typewriter y pido palabras. Con las que me regalan, escribo un poema y lo vendo a $20. Es difícil, pero ¡cuánto me gusta! Al principio nadie entiende, pero una vez que me ven en acción, a las personas les entra la curiosidad.

–¿Cuáles son las palabras que te inspiran mejor en las improvisaciones?

–¡Uy! No sé cómo contestar. Las personas me inspiran, no las palabras que me dan.

Ser

 Eres

Eres como un cuento de hadas escrito en perfecta caligrafía árabe.

Eres como los colores de las especias marroquíes y los sueños de los

Rastafaris.

Eres ese concierto de Ska en un día lluvioso al frente de la playa,

y con el atardecer al horizonte de nuestras miradas.

Eres ese pancito caliente de cada mañana con una buena taza de

chocolate caliente.

Todo en el verano, invierno, primavera y especialmente en una

noche de otoño.

Eres el viento de playa y el dulce pétalo de nieve en mi nariz.

Comida de abuelo, sueños de niños y locura de adolescente, eres todo

eso,

y hasta la mirada de un sabio.

Eres la hora del ayer y las agujas del mañana. La eternidad de las

sonrisas,

y la profundidad de las miradas.

Eres el sol, la luna y pedacitos de ángeles llamados estrellas.

Eres la religión, la política, la ciencia y hasta el fútbol de los

domingos.

Eres asiático, africano, americano, europeo y ese continente de mi

corazón,

pero poco de la mente.

Eres el fuego y el aire, el agua y la tierra.

Eres esa sensación de libertad que todos sentimos contigo.

Pero, más allá de todo …

… Eres lo que me hace escribir estas líneas.

Innombrable