Despuntaba 2020 cuando tuve ante mis ojos las primeras noticias –cortas, intrascendentes, lejanas– sobre un virus que estaba contaminando a la gente de Wuhan, una desangelada ciudad china –pensé– de esas que uno no incluiría en el mapa de sitios por visitar algún día. Entonces no era mucho lo que podía leerse al respecto en los medios. La prensa apenas lo mencionaba y las redes sociales estaban más viralizadas con los haters de los políticos que con el raro virus que aquejaba a los pobladores de un lejano lugar del mundo llamado Wuhan, donde, al parecer, sus habitantes la estaban pasando muy mal por culpa de haberse almorzado unos murciélagos. 

“¡Qué cosa con estos chinos, siempre comiendo cosas raras!”, pensé. Y mientras una que otra vez, alguna ciudad de Italia saltaba a las páginas de los diarios o a los tuits del cibermundo para alertar, a quien quisiera enterarse, de que el virus estaba mucho más cerca de lo que creíamos, en España lo despachábamos tan pronto como lo hacía el gobierno: “Está lejos… en China. Y no hay que preocuparse, este virus es como una gripe cualquiera”. Esta última frase, pronunciada por la máxima autoridad epidemiológica del país despistaba al más acucioso cazador de epidemias. 

Así que mi encontronazo con el Coronavirus del SARS COVID-19 solo podía ser casual y ocurrió a fines de enero de 2020, el año que viviríamos el peligro, pero no lo sabíamos. Me enteré cuando me topé en las redes con una foto impactante, de esas que solo pueden depararnos los corresponsales de las agencias internacionales de noticias y que, por defecto profesional como periodista, suelo escudriñar en los medios y en las redes cada vez que me huelo o busco una revelación gráfica. Esta vez no tuve que esforzarme para encontrarla. La foto de Héctor Retamal, de la Agencia France Press, desvelaba la tragedia que se nos venía: un hombre canoso y vestido de negro, yacía muerto sobre una acera frente a la vidriera de un negocio identificado con letras chinas y dos hombres –después serían más–, protegidos con trajes casi de astronauta, no se atrevían a acercarse a él. La leyenda de la foto ubicaba la escena en Wuhan, el 30 de enero de 2020. 

¿Qué clase de virus puede ser este?, me dije viendo la foto de Retamal. ¿Qué clase de final depara a sus víctimas, si es capaz de ocasionarte la muerte en plena calle y nadie se atreverá a acercarse a tu cuerpo sin protección? ¿De qué hablamos cuando hablamos del SARS COVID-19? A partir de ese momento supe que estábamos frente a un caso gravísimo de amenaza a la salud pública mundial. A partir de la foto del corresponsal que la AFP movilizó de Shangai a Wuhan para ver qué estaba ocurriendo, supe que se nos venía encima un año de peligro. Un año de terror.

La foto

Recuerdo haberlo contado en casa. Acababa de ver una escena aterradora en la ciudad china donde campea a sus anchas un virus letal. Recuerdo que a mi familia le costó creer que la gente moría en la calle sin que nadie se le acercara, por temor al contagio. Y una que otra vez hube de volver a la imagen del hombre sobre la acera y los dos astronautas, para convencer a quien no lo creyera. Por eso, cuando The New York Times preguntó a sus lectores en español cuál de las fotos del año 2020 los había impactado más y por qué, no me lo pensé dos veces: la del hombre en la acera de Wuhan porque fue, para mí, la revelación de lo que estaba por venir y no lo sabíamos.

Pero la consulta de El Times había revelado otro dato importante para mí: el hombre que había captado la conmovedora escena del cuerpo inerte sobre una calzada se llamaba Héctor Retamal, un fotógrafo destinado en Shangai por la agencia de noticias AFP, que se había movilizado a Wuhan contra viento y marea, para reportar desde el sitio lo que en verdad estaba ocurriendo con aquel virus del que tan poco se sabía. Así que me tomé en serio este último descubrimiento y le escribí un mensaje de agradecimiento y felicitación por la foto a @hectorretamal, su cuenta de Twitter. Su respuesta no se hizo esperar: “¡Gracias!”, me dijo,  y, a continuación, me facilitó el enlace de un artículo que tituló “Cuatro estaciones en Wuhan”, en el que resume un año de trabajo en el epicentro del virus.

No me sorprendió, por eso, que a los pocos días de mi intercambio de revelaciones con Retamal, ese trabajo en Wuhan le haya permitido ser seleccionado Fotógrafo de Agencia de 2020 por el británico diario The Guardian, ni que su foto del hombre muerto en la acera fuera elegida como Foto del Año 2020 para el periódico Corriere Della Sera y haya sido seleccionada entre las 10 mejores imágenes del año de la revista Time. ¡Chapó!

Foto Héctor RETAMAL/AFP