A “la hija de la española” la fui a conocer en el más pequeño de los salones imaginables para tan grande fama. Una modesta –aunque bien dispuesta–  sala de foros en el Centro Andaluz de las Letras, en la avenida Los Álamos de Málaga. Cerquita de la plaza de La Merced. Cinco por cuatro metros serían los que cobijaban el “último fenómeno de la  literatura en castellano”, como ha bautizado Lumen a esta escritora que, en su catálogo editorial, debe ser hoy la envidia de su competencia. Alguien que a los 39 años ya tiene una primera novela traducida en 26 países y promete igualar, con la segunda, esa hazaña precedente, y a quien, desde ya, comparan con Borges y Coetzee. No es poca cosa. Pero Karina Sainz Borgo lo parece.

Hago un inciso importante: aunque conocer a la autora de “La hija de la española me llamaba poderosamente la atención –¿tendría tanto fuelle como el que pregonan los círculos literarios?–, confieso que la maratón que hice para ir a verla, me la debe Rodrigo Blanco Calderón, ese otro escritor, también famoso y, como Karina, también venezolano,  que se le ocurrió hace un par de años radicarse en Málaga y ahora está más integrado que nadie al ambiente cultural de estas tierras andaluzas, desde donde escribe, transmite y enseña online a todo el que quiera aprender a escribir con el ganador del Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa de 2019. Yo no dudé en ir al encuentro de tan distinguidos paisanos desde que supe que Blanco Calderón iba a ser el conductor de un diálogo compartido con Karina Sainz Borgo, a propósito de la presentación de “El tercer país, el libro más reciente de la caraqueña residenciada en Madrid y que ahora leo en copia delicadamente autografiada por su autora. Y, aunque era mucho pedir que la ocasión también me permitiera conocer más sobre “Simpatía, el último libro de Rodrigo –en los próximos días le tocará presentarlo a él–, aquella tarde-noche me di un gustazo en la pequeña sala del Centro Andaluz de las Letras, con la imagen menuda de una escritora grande.

Porque si van a verla algún día, podría pasarles que lo primero que les impacte de Karina Sainz Borgo sea lo mismo que a mí: una diminuta figura que encontré arrellanada en la pequeña poltrona que se había dispuesto para la ocasión. Más grande, Rodrigo Blanco Calderón, en cambio, parecía desbordarse en un asiento similar que había sido colocado para él con distancia de rigor pandémico sobre la misma tarima. La pequeñez de la escritora, sin embargo, sería solo cosa de primera impresión, reforzada por la anchura de la falda plisada y sedosa de un outfit de auténtico disimulo, bajo la apretada chaqueta vaquera que cubría su talle. Apenas comenzó a hablar, Sainz Borgo se hizo grande.   

Enterrar y desenterrar

 “Yo creo que esta es una novela luminosa”, dice Karina, que ha debido repetirlo en cada entrevista y en cada foro durante esta gira de presentaciones de su libro El tercer país. Y lo repite porque, cuando no la has leído, cuesta creer que sea luminosa la historia de dos mujeres que se buscan para enterrar a sus muertos al tiempo en que desentierran sus vidas. Pero Rodrigo, que la ha leído, le da la razón. “El tercer país” es una novela luminosa y apunta más. Apunta que “Visitación Salazar”, una de las dos figuras centrales de la novela, es una mezcla perfecta entre tragedia y comedia. “¿Verdad que el libro tiene mucho humor?”, le pregunta cómplice Karina. Y sonríe, traviesa, cuando él asiente.

A Sainz Borgo le contaron un día la historia de una mujer que se dedicaba a enterrar a muertos sin familia y ella vio allí el filón de una historia de éxodo y desarraigo sobre dos personajes dignos de Juan Rulfo, Sófocles y Homero al mismo tiempo: “Angustias Romero” y “Visitación Salazar”. Una madre, la primera, que huye de la peste con su marido y un par de hijos sietemesinos que mueren en el camino, y la segunda, una mujer que está a cargo de un cementerio fronterizo conocido como “El tercer país”, en donde cualquiera puede enterrar a sus muertos sin dar nada a cambio.

“Es una historia de amistad”, asegura Sainz Borgo. “Tiene violencia, es cierto, pero es una novela que se llena de luz con la historia de la amistad entre estas dos mujeres”.

Y es cuando Blanco Calderón la hace reflexionar sobre lo refrescante que él la siente tratar el tema de lo femenino en sus obras:

¿Cómo haces –le pregunta– para no caer en los conceptos de lo femenino tan en boga en estos tiempos?

—Yo no me puedo desprender de los personajes femeninos cuando escribo, pero eso no tiene nada que ver con el feminismo. Soy mujer y son las historias que puedo contar. La próxima novela, que ya preparo, es una saga familiar, también llena de mujeres. Hoy percibo que las mujeres estamos claudicantes, que queremos sentirnos como víctimas de todo. ¿Por qué nos pasa eso ahora, cuando tenemos tantos progresos a nuestro favor? Me parece un contrasentido.

¿Tiene lista la próxima novela?, quise saber cuando se abrió la ronda de preguntas.

—No puedo contar nada, pero ya tengo lista toda la estructura, los personajes, en fin, que mejor no digo nada. Son ocho mujeres, jajaja.

Pero, además de luminosa, femenina y de amistad, Karina Sainz Borgo sabe que ha hecho una novela de paisaje:

«Siempre he dicho que escribir es escarbar, bajar a la mina y yo vengo de la tradición telúrica latinoamericana, eso está presente en mi obra. En “El tercer país” está la tierra con la que jugaba siendo niña en el campo venezolano, la tierra que escarbaba, el río inmenso que surcaba el llano. Lo tengo en la retina. Y está en la novela.»

 A propósito, le dice alguien, ¿por qué no nos dice lo que pasa, al final, con “La hija de la española”? Se ríe y se despide con una promesa: “Viene la segunda parte”.

 

(*) Foto del encabezado: © Clara Rodríguez